El retrato de Lucrecia Borgia by Gustave Le Rouge

El retrato de Lucrecia Borgia by Gustave Le Rouge

autor:Gustave Le Rouge [Le Rouge, Gustave]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1911-01-01T00:00:00+00:00


IV UN DRAMA DE LA MISERIA

La estética del ajuar tradicional yanqui es totalmente distinta del estilo europeo, aunque este último sea anglosajón; el yanqui busca, ante todo, lo útil y práctico, y elimina, por principio, toda ornamentación. Por ejemplo, para un millonario neoyorquino, será una ley, impuesta por sí mismo, no tener sino muebles sencillos, sin molduras; se hará construir un sillón a la medida, pagará ocho o diez mil dólares por una instalación de agua o de electricidad, pero no se verá en su casa ni un cuadro, ni una estatua.

En compensación, poseerá clasificadores archi-perfeccionados, un teléfono con todos los adelantos, y todo el servicio de su mesa se hará automáticamente.

Si se encuentra en su casa un cuadro de algún maestro, su presencia se deberá únicamente a la vanidad. En general —pues existen honrosas excepciones—, un millonario posee cuadros o estatuas porque es la moda tenerlos, porque tal o cual individuo, que es muy rico, los tiene, y porque es preciso hacer como todo el mundo; porque, al fin y al cabo, los cuadros y las estatuas son una afirmación y una prueba de la riqueza, porque cuestan caros y represen tan un capital susceptible de aumento.

Hemos conocido a un multimillonario que había pagado noventa y dos mil francos por un soberbio Corot y lo había hecho colocar en su salón, pero que nunca había tenido tiempo de verlo.

En el mundo de los Quinientos, se tienen los cuadros lo mismo que algunas mujeres tienen las joyas. Lo esencial no es gustar una sensación estética, accesible, por otra parte, a muy pocas personas, sino hacer reventar de despecho a los amigos y conocidos que no pueden pagar un objeto tan costoso.

Algunos financieros que en lo íntimo de su alma admiran los peores cromos o las dolorosas estatuas de la calle de San Sulpicio, tienen una galería de obras maestras por la misma razón que algunos advenedizos que adoran el guiso de cordero y la ternera con zanahorias, se hartan, con dolor de su corazón, de trufas, de caviar y de langosta a la americana, porque son platos chic que se pagan muy caros.

El multimillonario Fred Jorgell pertenecía, por algunos conceptos, a esa categoría de ricachos vanidosos y cerrados a todo verdadero sentimiento artístico. No así su rival financiero William Dorgan.

El padre del ingeniero Harry Dorgan, inglés de nacimiento, amaba y comprendía las cosas bellas. El hotel que ocupaba y que había hecho construir después del incendio de la trigésima avenida[12], era una copia exacta de un castillo del tiempo de la reina Isabel, de arquitectura enfática y amanerada. Por todas partes se veían torrecillas y arcadas abundantes en esculturas.

William Dorgan poseía una galería compuesta sobre todo de cuadros de la escuela inglesa de fines del siglo XVIII y de algunos franceses modernos. Cuadros antiguos tenía muy pocos, o ninguno. Había sido preciso que el azar de una ocasión le permitiese comprar el retrato de Lucrecia Borgia, obra, sin disputa, más bella que ese retrato de César Borgia que pertenece a Rothschild y se conserva actualmente en el castillo de Ferrières[13].



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.